¡Bienvenidos!



«La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios»
(«Gloria Dei vivens homo: vita autem hominis visio Dei»)
San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses IV, 20,7

martes, 4 de enero de 2011

Epifanía del Señor


6 de enero
Is 60, 1-6 / Sal 71 / Ef 3, 2-3a 5-6 / Mt 2, 1-12

«¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora».
Isaías 60, 1-2


            Dentro de la solemnidad de hoy, la Epifanía del Señor, celebramos la manifestación de Cristo a unos Magos. Evento que hoy consideramos por el testimonio del Evangelio de San Mateo (Mt 2,1-12). Nos narra en su Evangelio que algunos “Magos” –probablemente líderes religiosos persas– llegaron a Jerusalén guiados por una “estrella”, un fenómeno luminoso celeste que interpretaron como signo del nacimiento del nuevo rey de los Judíos.
            Un evento natural –una estrella– fue su signo, como si el cosmos, el orden de la creación, del universo, quisiera testimoniar un acontecimiento sobrenatural para atraer a los hombres al conocimiento de la Revelación divina. En la Noche de Navidad, fueron los ángeles, seres sobrenaturales, los que atrajeron a los hombres a conocer este acontecimiento.
            Con todo, aquella manifestación natural, no bastó para que se entendiera del todo lo que se estaba manifestando. Era como si se revelara algo y a la vez permaneciera oculto. Los Magos necesitaron la ayuda de Herodes y éste de los expertos en las sagradas Escrituras y profecías para complementar la información que habían adquirido los Magos por conocimiento natural. Como si la sola razón no bastara, como si hiciera falta el conocimiento de la fe para entender todo lo que se está revelando.
Con el conocimiento de la Escritura, sobre todo a través del profeta Miqueas (5, 1), alcanzan lo que les faltaba: « Y tú. Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; Pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”».
La luz que brilló en la noche de Navidad iluminaba solamente la gruta de Belén, en donde permanecían en adoración silenciosa María, José y los pastores, hoy en la Fiesta de la Epifanía, resplandece y se manifiesta para todos.
La Epifanía es el misterio de luz, simbólicamente indicado por la estrella que guió en su viaje a los Magos. El “sol que surge de lo alto” (Lucas, 1, 78), es Cristo. En el misterio de la Navidad, aquella luz de Cristo irradió sobre la tierra, ante todo, sobre la Sagrada Familia de Nazaret, pero hoy, el fulgor de Cristo, alcaza también a los Magos, que constituyen las primicias de los pueblos paganos. La misión de toda la Iglesia es hacer resplandecer en el mundo la luz de Cristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario