¡Bienvenidos!



«La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios»
(«Gloria Dei vivens homo: vita autem hominis visio Dei»)
San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses IV, 20,7

miércoles, 7 de marzo de 2012

Homilía III Domingo de Cuaresma



Ciclo B
Ex 20,1-7 / Sal 18 / 1 Cor 1,22-25 / Jn 2,13-25


«Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los griegos» - 1 Co 1,22

Esta frase del apóstol san Pablo, que leemos hoy en la segunda lectura, nos sirve de base para entrar en esta como “segunda etapa de la Cuaresma”, que comenzamos hoy. Le llamo así porque a partir de este tercer domingo del ciclo B, la liturgia estará marcada por tres evangelios de san Juan que nos presentarán diferentes aspectos del camino “muerte-resurrección” que celebraremos en la Pascua.

La frase de san Pablo responde al choque que la predicación del Evangelio supondrá para la razón humana. En efecto, la salvación de Dios no llegará bajo los signos espectaculares del poder ni de la razón, como pensaban los judíos y los griegos, sino bajo los signos del “escándalo de la Cruz”. La sabiduría de Dios revelada en la predicación del Evangelio supondrá la antítesis de las expectativas del hombre.

Con todo, hay que afirmar, que Dios ha sido todo un pedagogo en la manera de preparar al hombre al conocimiento de su Sabiduría divina, le ha preparado a la salvación. Otra cosa es que el hombre en su necedad desvirtuara su enseñanza.

Veamos el sentido de la etapa de la historia de la salvación que constituye la formación de Israel como pueblo peculiar, bajo la guía de Moisés. Si con Abraham, Dios se reveló bajo el ángulo de la promesa gratuita, y luego en la etapa de Noé, la alianza entre Dios y los hombres, se presentó bajo el aspecto cósmico, ahora, bajo la guía de Moisés, se manifiesta en forma de Ley minuciosa y determinada. El Decálogo es la esencia de la alianza, la gran ley comunitaria de amor a Dios y al prójimo.

El judaísmo exagerará el aspecto jurídico externo y todo lo reducirá al mero cumplimiento, a la acumulación de obras. Olvidaron que la alianza, en su realidad profunda, es don y respuesta de amor. Por eso los profetas, profundizando en esa relación amorosa, nos lo presentarán con imágenes más sugestivas: la del amor entre esposo-esposa, o la del padre-hijo. La alianza no es algo estático; es un don que exige un esfuerzo diario. Por eso se renueva frecuentemente en un marco cultual. La comunidad, libremente –ya la alianza es un don de Dios que libera– se compromete a cumplirla.

Es en este sentido que Cristo se siente urgido a hacer reaccionar al Israel de su tiempo. Al expulsar a los vendedores del templo, Jesús está diciendo: «El celo de tu casa me devora, porque el culto que me tributa este pueblo ha perdido su valor». Los judíos exigirán a Jesús un "signo", una prueba divina que lo acredite. El templo tenía el sentido de significar la presencia de Dios en medio del pueblo; ahora esta presencia de Dios se manifiesta de un modo mucho más pleno en Jesús. La muerte de Jesús no va a significar la destrucción de la presencia de Dios entre los hombres, sino la supresión de cualquier otro templo que no sea el cuerpo glorioso del Resucitado, santuario en el que habita la plenitud del Espíritu Santo. La Pascua será nuestro paso al acceso de este Dios que nos invita a entrar en comunión con Él, por Él y con Jesucristo. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario