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«La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios»
(«Gloria Dei vivens homo: vita autem hominis visio Dei»)
San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses IV, 20,7

viernes, 13 de abril de 2012

Fiesta de la Divina Misericordia



El segundo domingo de Pascua es, ya de por sí, una solemnidad por concluir la octava de Pascua, sin embargo, el título de "Domingo de La Divina Misericordia" pone de manifiesto y amplía el significado del día. De alguna manera, se recupera así una antigua tradición litúrgica, que se refleja en una enseñanza atribuida a San Agustín sobre la Octava de Pascua, que él llamó "el día de la misericordia y el perdón", y el Octavo Día así mismo, "el compendio de los días de la misericordia”.
Resulta providencial el hecho de que ya las lecturas de la Sagrada Escritura seleccionadas de antemano por la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, coincidieran tan adecuadamente con el tema de la misericordia divina. No obstante, no fue sino hasta que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicara en mayo del 2000, un decreto en el que se estableció, por indicación del hoy Beato, Juan Pablo II, la fiesta de la Divina Misericordia, que se estableció el segundo domingo de Pascua como el «Domingo de la Divina Misericordia», tal como se lo había pedido Jesús a Santa Faustina Kowalska en sus visiones privadas.
El texto evangélico de este domingo (Jn. 20, 19-31) es elocuente en cuanto a la Misericordia Divina: narra la institución del Sacramento de la Confesión o del Perdón, que es el Sacramento de la Misericordia Divina.
¿En qué consiste, entonces, esta Fiesta de la Divina Misericordia? He aquí lo que dijo Jesús a Santa Faustina: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de mi Misericordia. Derramo un mar de gracias sobre las almas que se acerquen al manantial de mi Misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas” (Diario 699). Es decir, quien arrepentido se confiese y comulgue el Domingo de la Divina Misericordia, podrá recibir el perdón de las culpas y de las penas de sus pecados, gracia que recibimos sólo en el Sacramento del Bautismo o con la indulgencia plenaria. O sea que si su arrepentimiento ha sido sincero y si cumple con las condiciones requeridas, el alma queda como recién bautizada, libre inclusive del reato de las penas del purgatorio que acarrean sus pecados aun perdonados.
La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos... “y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). Se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... “porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (Diario, 742).
Con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia; confesarse -para la cual es indispensable realizar primero un buen examen de conciencia-, y recibir la Santa Comunión el día de la Fiesta de la Divina Misericordia.

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