Ciclo B
Hch
4,8-12 / Sal 117 / 1-Jn 3,1-2 / Jn 10,11-18
Domingo del Buen Pastor
XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
En el cuarto
domingo de Pascua la Liturgia siempre medita el capítulo 10 del Evangelio de
San Juan, en donde escuchamos la voz de Cristo auto revelándose como el Buen
Pastor. Razón por la cual le llamamos el Domingo del Buen Pastor y por lo que
hace cuarenta y nueve años viene celebrándose en este domingo la Jornada
Mundial de Oración por las vocaciones.
Cada año, esta
Jornada de Oración nos ofrece una buena oportunidad para subrayar la
importancia de las vocaciones en la vida y en la misión de la Iglesia, e
intensificar la oración para que aumenten en número y en calidad las vocaciones
sacerdotales. El tema que el santo Padre, Benedicto XVI ha escogido para esta
jornada es: Las vocaciones don de la caridad de Dios.
El Papa nos
recuerda en su carta para esta jornada que “somos amados por Dios incluso
“antes” de venir a la existencia”. El amor incondicional de Dios nos “creó de
la nada” para llevarnos a la plena comunión con Él. La verdad profunda de
nuestra existencia está encerrada en ese sorprendente misterio: que toda
criatura, en particular toda persona humana, es fruto de un pensamiento y de un
acto de amor de Dios, amor inmenso, fiel, eterno (Jr 31,3). Cuando se descubre
esto, se transforma toda la existencia de la persona y se despierta el deseo de
vivir sólo para Él.
Al meditar las
palabras de Jesús en el Evangelio de este domingo nos damos cuenta rápidamente
que la palabra clave de este domingo es "vida". Jesús puede dar vida
(es decir, salvar) porque está dispuesto a dar la vida (es decir, a morir). Las
autoridades religiosas de su época no podían dar vida porque no estaban
dispuestas a arriesgar la suya, la religión para ellas no era cuestión de vida
sino de ley.
Pero Jesús nos
enseña que “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan abundante” (Jn 10,10b). Este verso precede al texto que hoy leemos,
pero de alguna manera nos introduce en el misterio de la Pascua que estamos
viviendo. Cristo, Buen Pastor ha entregado su vida, “Nadie me la quita, sino
que yo la entrego libremente”, para que hoy tengamos vida en Él. Toda la misión
de Jesús tiene una finalidad, dar vida; ningún otro puede salvar y bajo el
cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos (1.lectura). Y una
consecuencia: a través de la vida de Jesús, dada y recibida (por el Espíritu),
somos hijos de Dios en permanente crecimiento (2. lectura).
De modo que
Jesús no sólo es pastor porque nos guía, sino porque nos ofrece salvación. Los
falsos pastores se dan a conocer en el momento en que toca arriesgar la vida
por las ovejas. Cuando ven las orejas al lobo, huyen sin arriesgar nada. No les
importan las ovejas, les importaba solamente sus propios intereses. Jesús da
vida, porque arriesga y da la vida; y da la vida, porque le importan los
hombres. Jesús es el Buen Pastor porque da su vida. El auténtico pastor conoce
a sus ovejas. Jesús las conoce igual que el Padre le conoce a él. Jesús no
tiene una relación intelectual con el Padre, sino una relación filial de amor.
El conocimiento que Jesús tiene de los hombres tampoco es exterior o
intelectual, sino la misma relación de intimidad que le une al Padre. La vida
no se da por cualquier conocimiento intelectual, sino por el amor de nuestra
vida. Jesús es el amor del Padre. Nosotros somos el amor de Jesús. Estamos en
su intimidad.
En este Domingo
del Buen Pastor, es nuestro deber orar para que no falten en la Iglesia, buenos
pastores. Para que hayan buenos pastores debemos ser nosotros buenas ovejas,
porque de las buenas ovejas salen los buenos pastores. Amén.
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