¡Bienvenidos!



«La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios»
(«Gloria Dei vivens homo: vita autem hominis visio Dei»)
San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses IV, 20,7

miércoles, 4 de abril de 2012

Domingo de Pascua



PASCUA DE RESURECCIÓN
«Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo» (1 Co 15, 14s). San Pablo resalta con estas palabras de manera tajante la importancia que tiene la fe en la resurrección de Jesucristo para el mensaje cristiano en su conjunto: es su fundamento. La fe cristiana se mantiene o cae con la verdad del testimonio de que Cristo ha resucitado de entre los muertos.
Si se prescinde del dato de la resurrección, Jesús no sería más que una personalidad religiosa fallida, una personalidad que, a pesar de su fracaso, seguiría siendo grande, pero permanecería en una dimensión puramente humana, y su autoridad sólo sería válida en la medida en que su mensaje nos convenciera o no. El criterio de medida para creerle sería entonces únicamente nuestra valoración personal que elige lo que le parece útil. Entonces, estaríamos abandonados a nosotros mismos, ser cristiano dependería en última instancia de nuestra valoración personal.
Sólo si Jesús ha resucitado, ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces, Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente. Que Jesús sólo haya existido o que, en cambio, exista  también ahora depende de la resurrección. En el «sí» o el «no» a esta cuestión no está en juego un acontecimiento cualquiera, sino la figura de Jesús como tal.
Por tanto, es necesario escuchar con una atención particular el testimonio de la resurrección que nos ofrece el Nuevo Testamento. Al leer los relatos de la resurrección, considerados desde el punto de vista histórico, nos llevan a preguntarnos ¿Qué pasó allí? A los testigos que lo presenciaron, no les es nada fácil de expresar. Se encontraron ante un fenómeno totalmente nuevo, que superaba toda experiencia previa. Dice san Marcos, que cuando los discípulos bajaban del monte de la transfiguración, se preguntaban entre sí qué quería decir Jesús con aquello de «resucitar de entre los muertos» (Mc 9,9s).
El milagro de la resurrección de Jesús no se trata meramente de un cadáver reanimado. En tal caso ¿qué importancia tendría para nosotros? La resurrección de Jesús ha consistido en un romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir y de la muerte, sino que está más allá de eso; una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre. Es un salto cualitativo en el ser. En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad.
«Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó… ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos» (1 Co 15,16.20). Es un hecho vinculado inseparablemente a la resurrección de los cristianos. Es un acontecimiento universal o no es nada, viene a decir Pablo. Y sólo si la entendemos como un acontecimiento universal, como inauguración de una nueva dimensión de la existencia humana, estaremos en el camino justo para interpretar el testimonio de la resurrección en el Nuevo Testamento. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario