Ciclo B
Solemnidad de San Juan Bautista
Is 49,1-6 / Sal 138 / Hch
13,22-26 / Lc 1, 57-66
«Desde el vientre me formó siervo suyo; para que
le trajese a Jacob,
para que le reuniese a Israel» Is 49, 3
Estas palabras del Profeta Isaías no podrían ser mejor
aplicadas sino al Precursor del Señor, san Juan Bautista. En efecto, hoy la
Iglesia hace un alto más dentro del ciclo de domingos del tiempo ordinario para
conmemorar la figura del “Mayor entre los nacidos de mujer” (Lc 7, 28) – como
dijo Jesús -.
Siempre me ha llamado la atención una escena del
Evangelio que narra un evento de la vida del Bautista cuando estaba preso por
Herodes Antipas, ya que Juan le había reprochado que viviera con la mujer de su
hermano Filipo. Juan veía venir el fin de su vida y queriendo encaminar hacia
Jesús a sus discípulos, envió a dos de ellos a preguntarle: “¿Eres tú el
[Mesías] que ha de venir, o debemos esperar otro?” (Lc. 7, 19).
San Lucas narra la escena y dice: “Llegados a Él, le
dijeron: Juan Bautista nos envió a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que ha de
venir, o debemos esperar a otro? En aquella misma hora, [Jesús] curó a muchos
de enfermedades, y de llagas, y de espíritus malignos, y dio la vista a muchos
ciegos. Y respondiendo, les dijo: ‘Id a referir a Juan lo que habéis oído y
visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos
oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia el Evangelio; y
bienaventurado aquel que no se escandaliza de mi” (Lc. 7, 20-23).
San Lucas continúa diciendo: “Habiendo partido los
mensajeros de Juan, comenzó Él a decir acerca de Juan a la muchedumbre: ¿Qué
habéis salido a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? [...]
Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, yo os digo, y más que profeta.
Éste es aquel de quien está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero
delante de ti, el cual preparará tu camino delante de ti. Yo os digo: entre los
nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan Bautista; pero, el que es menor
en el Reino de Dios es mayor que él” (Lc. 7, 24-28).
Este elogio de Jesús a San Juan Bautista revela la
grandeza del discípulo. San Juan Bautista era más que un profeta, pues era el
Precursor del Mesías, y su misión consistía en predicar al pueblo la oración y
la penitencia en vista del Reino de Dios que se aproximaba, y, al llegar el
Mesías, señalarlo al pueblo. San Juan Bautista cumplió eximiamente su misión.
Juan fue quien dio testimonio de lo que vio, y cumplió
lo que se le mandó. «Vi al Espíritu bajar del cielo en forma de paloma, y
reposar sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me mandó a bautizar en agua me
dijo: ‘Aquel sobre quien vieras bajar y reposar el Espíritu, ése es el que
bautiza en el Espíritu Santo. Yo lo vi; y doy testimonio de que él es el Hijo
de Dios» (Jn. 1, 29-34).
Sin embargo, después de Jesús decir que “entre los
nacidos de mujer” nadie es mayor que Juan Bautista, paradójicamente añade: “el
que es menor en el Reino de Dios es mayor que él”. Detrás de estas palabras hay
una gran riqueza doctrinaria: al comparar la misión de profetizar de San Juan
Bautista con el pertenecer al Reino de Dios nos está diciendo que pertenecer al
Reino es más grande que llegara ser profeta. En otras palabras, por mayor que
fuese la dignidad del profeta Precursor del Mesías, esa dignidad era menor que
el ingreso, por el Sacramento del Bautismo, en el Reino de Dios que Jesucristo
vino a instituir con la Santa Iglesia Católica, y para lo cual contribuyó mucho
la prédica de San Juan Bautista.
La dignidad de pertenecer a la Iglesia Católica es
mayor que la dignidad de los que vivían en el Antiguo Testamento. San Juan
Bautista no tenía la menor duda a este respecto, tanto así que decía: “Es
necesario que Él crezca y yo disminuya”.
Aprendamos las lecciones de humildad y fidelidad a la
gracia que nos ha dado “el servidor bueno y fiel” que fue san Juan Bautista.
Amén.
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