Ciclo A
Ez 34, 11-17 / Sal 22 / 1-Co 15, 20-28 / Mt 25,
31-46
«Cristo tiene que reinar
hasta que Dios
“haga de sus enemigos estrado de sus pies”».
1-Co 15, 25
En la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo la
Iglesia nos coloca frente al texto que forma parte del
discurso escatológico pronunciado por Jesús en el monte de los Olivos a sus
discípulos (Mt 24, 3). El discurso parte del anuncio de la destrucción de
Jerusalén para hablar del fin del mundo. Esta parte del discurso termina con la
venida del Hijo del hombre con gran poder y gloria. Después de alertarnos en
los pasados domingos con algunas parábolas sobre la necesidad de vigilar para
no ser sorprendidos a la llegada del Hijo del hombre, el discurso escatológico
encuentra su culmen literario y teológico en nuestro texto de hoy que, vuelve a
hablar de la venida del Hijo del hombre acompañado de los ángeles. La reunión
de los elegidos toma aquí la forma de un juicio final.
Su dignidad real no tiene parangón con ningún rey temporal. El
Evangelio nos lo muestra entrando triunfalmente en Jerusalén montado sobre un
asno, aclamado por los niños, odiado por las autoridades de la época. Un rey
que iba a ser coronado de espinas ante el griterío de la turba y las burlas de
la soldadesca. Un rey cuyo trono estaría en una Cruz y adornado por las huellas
de sus llagas y cárdenas en su carne desnuda y azotada.
La Sagrada Escritura además, vaticinó la llegada del Mesías-Rey como
un pastor que sigue el rastro de su rebaño cuando las ovejas se dispersan, en
donde él mismo las libraría, las sacaría de todos los lugares donde se
desperdigaron en el día de los nubarrones y de la oscuridad... «Así dice el
Señor: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro» (Ez 34, 11).
A su vez, las Escrituras nos revelan que es un Rey de tremenda
majestad. Recibe de Dios “la potestad, el honor y el reino” (Dan. 7, 13-14). Él,
Jesús, es el Ungido por excelencia, el Mesías, el Cristo. Estos tres títulos
vienen a significar lo mismo. Aspectos que se relacionan con la unción del Hijo
de Dios hecho hombre, que con su muerte nos ha liberado, siendo exaltado sobre
todas las cosas.
Cristo es Rey por derecho propio y por derecho de conquista. Por
derecho propio por ser hombre y Dios verdadero, por su unión hipostática con el
Verbo, y en cuanto Verbo de Dios, es el Creador y Conservador de todo cuanto
existe. Por eso tiene pleno y absoluto poder sobre toda la creación (Jn
1,1ss.). Y es Rey por derecho de conquista, en virtud de haber rescatado al
género humano de la esclavitud en la que se encontraba, al precio de su sangre,
mediante su Pasión y Muerte en la Cruz (1 Pe 1, 18-19).
Ante su magnanimidad nosotros nos postramos en adoración rendida y
le acatamos como Rey. Él nos colma con sus riquezas, nos hace partícipes de su
sacerdocio, de su profetismo y de su realeza. Pensemos en ello y seamos
consecuentes con tan gran dignidad. No empequeñezcamos nuestra vida con afanes
mezquinos. Y en esta fiesta de Cristo Rey pidamos para que todos los hombres,
heridos por el pecado, nos sometamos a este reinado y aclamemos gozosos a
nuestro Rey y Señor. Nos va en ello nuestra felicidad eterna.
El es el rey de la vida. «Cristo ha resucitado, primicia de todos
los muertos» (1 Co 15, 20). Precisamente en este mes de noviembre en donde
conmemoramos a las ánimas del purgatorio, y se nos recuerdan las realidades de
la muerte, el juicio, el infierno y la gloria, la Iglesia nos recuerda también
que Cristo ha vencido a la muerte, se ha declarado Rey de la vida mediante su
Resurrección gloriosa. En consecuencia él será nuestro juez que con justicia y
misericordia dará la sentencia final e inapelable.
La realeza de Jesucristo quedará manifiesta de forma plena y
definitiva al fin de los tiempos, cuando con gran majestad, sobre las nubes,
descenderá de lo Alto. Vendrá como Juez Supremo para juzgar a vivos y a muertos,
para establecer la justicia que por nuestros pecados, hemos atrasado. Se
terminará para siempre el eclipse de Dios, su silencio ante cada situación en
donde parecía triunfar el mal y la injusticia; para triunfar por siempre el
Amor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario