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«La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios»
(«Gloria Dei vivens homo: vita autem hominis visio Dei»)
San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses IV, 20,7

miércoles, 18 de julio de 2012

Homilía XVI Domingo del Tiempo Ordinario




Ciclo B
Jer 23, 1-6 / Sal 22 / Ef 2, 13-18 / Mc 6, 30-34

«Jesús vio una gran multitud, y se llenó de compasión» - Jn 6, 34

Estas palabras del Evangelio según san Marcos, las leemos dentro de la tradición profética del Antiguo Testamento y no podemos menos que ver en ellas el cumplimiento de lo que Dios prometió por medio del profeta Jeremías: «Yo pondré frente a mis ovejas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas» (1ra lectura). En otras palabras, la más entrañable semblanza del Mesías Salvador, fue delineada desde siglos atrás, a través de los profetas, bajo la imagen del Buen Pastor de toda la humanidad y como Maestro de pastores elegidos por Él para continuar la obra bajo sus cuidados especiales.
Aquella profecía hace referencia al cuidado y atención del Mesías con todos los hombres y cada uno de ellos. Es como nos dice el Salmo responsorial de hoy: «Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas» (Sal 23).
En efecto, ovejas sin pastor fue el panorama que vio Jesús en Palestina y peor aún en el mundo entero. Y ante ello, Cristo se compadece. Él es el verdadero Pastor que Dios había prometido a su pueblo. En el corazón de Jesucristo se nos revela Jesús como Buen Pastor que realiza la Paz y la Unidad de los hombres por su propio sacrificio. Esto es lo que afirma san Pablo hoy en su Carta a los Efesios (2da lectura). «Él es nuestra Paz; el que hizo de los dos pueblos uno solo y derribó el muro de la separación, la enemistad… creó en sí mismo de los dos un hombre nuevo, estableciendo la Paz, y reconciliando a ambos con Dios en un solo cuerpo, por medio de la Cruz, dando muerte en sí mismo a la enemistad» (Ef 2, 14.16).
Andaban como ovejas sin pastor y Jesús se compadeció. Esa compasión pastoral es la expresión más profunda en la Biblia de la caridad salvadora de Cristo ante las necesidades del género humano. Esto no fue un gesto aislado en Cristo, sino la razón de toda su vida. Fácilmente se percibe en este texto del Evangelio de hoy la intensidad del ministerio público de Jesús. Era tal su dedicación que, por segunda vez (3, 20), el evangelio hace notar que no tenía tiempo ni de comer. Los Apóstoles, por otro lado, participan también de esta entrega a los demás: tras las agotadoras jornadas de la misión apostólica, Jesús quiere llevarles a descansar, pero las muchedumbres no se lo permiten. La compasión por la necesidad de las almas, le lleva a olvidarse de su personal descanso. «Se puso a enseñarles muchas cosas» (v. 34), tal parece que es precisamente allí, en darse y entregarse a sí mismo en donde encuentra su verdadero descanso. Hoy descubrimos en los rasgos de Jesucristo, al Buen Pastor, y pedimos que nunca falten a su Iglesia los ministros que os lleven al descanso verdadero que es la Palabra de Dios bien expuesta y predicada. Amén.

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