Ciclo B
Jer 23, 1-6 /
Sal 22 / Ef 2, 13-18 / Mc 6, 30-34
«Jesús vio una
gran multitud, y se llenó de compasión» - Jn 6, 34
Estas palabras del Evangelio según san Marcos, las leemos dentro de
la tradición profética del Antiguo Testamento y no podemos menos que ver en
ellas el cumplimiento de lo que Dios prometió por medio del profeta Jeremías:
«Yo pondré frente a mis ovejas pastores que las apacienten, y nunca más estarán
medrosas ni asustadas» (1ra lectura). En otras palabras, la más entrañable
semblanza del Mesías Salvador, fue delineada desde siglos atrás, a través de
los profetas, bajo la imagen del Buen Pastor de toda la humanidad y como
Maestro de pastores elegidos por Él para continuar la obra bajo sus cuidados
especiales.
Aquella profecía hace referencia al cuidado y atención del Mesías
con todos los hombres y cada uno de ellos. Es como nos dice el Salmo
responsorial de hoy: «Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas»
(Sal 23).
En efecto, ovejas sin pastor fue el panorama que vio Jesús en
Palestina y peor aún en el mundo entero. Y ante ello, Cristo se compadece. Él
es el verdadero Pastor que Dios había prometido a su pueblo. En el corazón de
Jesucristo se nos revela Jesús como Buen Pastor que realiza la Paz y la Unidad
de los hombres por su propio sacrificio. Esto es lo que afirma san Pablo hoy en
su Carta a los Efesios (2da lectura). «Él es nuestra Paz; el que hizo de los
dos pueblos uno solo y derribó el muro de la separación, la enemistad… creó en
sí mismo de los dos un hombre nuevo, estableciendo la Paz, y reconciliando a
ambos con Dios en un solo cuerpo, por medio de la Cruz, dando muerte en sí
mismo a la enemistad» (Ef 2, 14.16).
Andaban como ovejas sin pastor y Jesús se compadeció. Esa compasión
pastoral es la expresión más profunda en la Biblia de la caridad salvadora de
Cristo ante las necesidades del género humano. Esto no fue un gesto aislado en
Cristo, sino la razón de toda su vida. Fácilmente se percibe en este texto del
Evangelio de hoy la intensidad del ministerio público de Jesús. Era tal su
dedicación que, por segunda vez (3, 20), el evangelio hace notar que no tenía
tiempo ni de comer. Los Apóstoles, por otro lado, participan también de esta
entrega a los demás: tras las agotadoras jornadas de la misión apostólica,
Jesús quiere llevarles a descansar, pero las muchedumbres no se lo permiten. La
compasión por la necesidad de las almas, le lleva a olvidarse de su personal
descanso. «Se puso a enseñarles muchas cosas» (v. 34), tal parece que es
precisamente allí, en darse y entregarse a sí mismo en donde encuentra su
verdadero descanso. Hoy descubrimos en los rasgos de Jesucristo, al Buen
Pastor, y pedimos que nunca falten a su Iglesia los ministros que os lleven al
descanso verdadero que es la Palabra de Dios bien expuesta y predicada. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario