Ciclo B
2 R 4, 42-44 / Sal 144 /
Ef 4, 1-6 / Jn 6, 1-15
“Repartió a los que
estaban sentados todo lo que quisieron” Jn 6,1-15
En los próximos
domingos (del 17º a 21º) se interrumpe la lectura continua del evangelio de san
Marcos, para leer el capítulo 6 del de san Juan. El texto de san Juan narra el
mismo hecho que venía inmediatamente a continuación en san Marcos –la
multiplicación de los panes–, aunque desarrollándolo en una amplia catequesis
eucarística, que se conoce como “el discurso del Pan de Vida”.
Jesús se
manifiesta en el evangelio de hoy alimentando a la multitud. Detrás de este
gesto, hay algo más que un mero alimentar a las multitudes. ¿De qué vale dar de
comer un alimento perecedero para luego volver a tener hambre? Aquel que se
revela como profeta de Dios, que ha enviado a sus discípulos a predicar la
conversión de los pecados, que se revela como buen pastor que da la vida por
sus ovejas, hoy se preocupa de algo más que la salud del cuerpo. Jesús da el «alimento
que permanece para la vida eterna».
En el relato de
Juan, se apuntan unos detalles que nos ponen en referencia directa con la cena
Pascual. Dice Juan que «estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos». No es
una frase aislada o banal. También usa el término «dijo la acción de gracias»
en lugar de «alabó o bendijo» que emplean los otros evangelistas en la
narración de la primera multiplicación de los panes. Todo señala a la
Eucaristía.
Con todo, el
signo de la multiplicación de los panes, no le distrae de su verdadera misión
en la tierra, por eso se marcha al monte a solas, después de «la señal
milagrosa». El Señor no ha venido a recoger aplausos populistas, ni a organizar
ninguna revolución subversiva, sino a hacer la voluntad del Padre; a dar vida,
entregándola.
Viendo Jesús las
intenciones de los judíos, queriéndole señalar como «el profeta que había de
venir», «el enviado de Dios para librarnos del yugo extranjero»; huyó de toda
connotación política. Ese fue el llamado “error judaico”, esperar un “mesianismo
terreno”, desde entonces hasta hoy.
Ante la Palabra
de este domingo, repitamos el salmo responsorial de la liturgia de hoy (Salmo
144) – «Abres tú la mano, Señor, y nos sacias»–. Sólo Dios es capaz de saciar
las necesidades de todas sus criaturas. El milagro de la multiplicación de los
panes, prefigura la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía. Jesús
instituyó su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del
pan y del cáliz. Por las palabras de Cristo y la invocación del Espíritu Santo,
en la celebración de la Eucaristía el pan y el vino se convierten en el Cuerpo
y la Sangre de Cristo, capaz de saciar y colmar todas nuestras necesidades
materiales y espirituales. Recibámosle con fe.
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