Ciclo B
Ex 16, 2-4.12-15 / Sal 77
/ Ef 4, 17.20-24 / Jn 6, 24-35
“Vestíos
de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios” Ef 4, 24
Estas palabras
del apóstol san Pablo que leemos hoy en la segunda lectura me conmueven al
pensar en el misterio eucarístico. Y es que al comulgar somos “revestidos de la
nueva condición humana, creada a imagen de Dios”. Hemos “aprendido a Cristo”,
comulgando con sus sentimientos, con sus afectos y con su querer. En cada
Eucaristía celebrada y vivida vamos haciéndonos uno con Él, “abandonando
nuestro anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por sus malos deseos
y nos vamos renovando en la mente y en el espíritu”, según Cristo va tomando
vida en nosotros. Es él quien nos invita a recibirle en el sacramento de la
Eucaristía: «En verdad en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del
hombre, y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes» (Jn 6,53).
Hoy continuamos
meditando el capítulo 6 del Evangelio de San Juan. La multiplicación de los
panes y de los peces dio ocasión a Jesucristo para exponer la admirable
doctrina del Pan de Vida. Los versículos que hoy leemos nos presentan el
acontecimiento eucarístico como un misterio de participación de la vida divina
del Verbo Encarnado en plenitud de vida para nosotros. Cristo se presenta como
el verdadero maná, «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre,
y el que cree en mí nunca pasará sed» (v.35). El Señor nos invita a trabajar
por el alimento que perdura para la vida eterna, no a vivir preocupados por el
pan material. Aquellos que se saciaron con el milagro de la multiplicación de
los panes, le buscaban porque se habían saciado materialmente. Dios nos ofrece
otro alimento. ¡Cuántos buscan a Jesús sólo para que les haga favores materiales!
Apenas se busca a Jesús por Jesús. El pan que el Padre nos da es su propio
Hijo; un pan bajado del cielo, pues es Dios como el Padre («Yo soy»); un pan
que perdura y comunica vida eterna, es decir, vida divina; un pan que es la
carne de Jesucristo.
La primera
lectura del Libro del Éxodo, se entiende a la luz del Nuevo Testamento. La
comunidad de israelitas protestó en el desierto contra Moisés y Aarón. Dios
condesciende a la terquedad del hombre, satisfizo su avidez. Dios calmó su
hambre material. El misterio de Cristo manifiesto ahora en la plenitud de los
tiempos desvela lo que permanecía oculto bajo la letra del Antiguo Testamento.
A partir de aquellas figuras (tipos) se revela la novedad de Cristo. Aquellos hechos,
palabras y símbolos de la primera Alianza son revelados, explicados y
manifiestos desde Cristo. De modo que el maná del desierto prefiguraba la
Eucaristía «el verdadero Pan del Cielo».
La Misa es, a
la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el
sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la
Sangre del Señor. Pero la celebración del sacrificio eucarístico está
totalmente orientada hacia la unión íntima de los fieles con Cristo por medio
de la comunión. Comulgar es recibir a Cristo mismo que se ofrece por nosotros. Nunca
será suficiente la preparación remota y próxima que hagamos por recibirle lo
mejor que podamos. Amén.
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