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«La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios»
(«Gloria Dei vivens homo: vita autem hominis visio Dei»)
San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses IV, 20,7

martes, 16 de octubre de 2012

Homilía XXIX Domingo del Tiempo Ordinario



Ciclo B
Is 53,10-11 / Sal 32 / Hb 4,14-16 / Mc 10,35-45

DOMUND
«Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos» (Isaías 53,11)

Todos hemos vivido recientemente una relevante modificación en la Liturgia al reemplazarse la expresión “por todos” en el momento de la narración de la consagración durante la Misa, por las palabras “pro multis” (por muchos). Es posible que a alguno le haya causado perplejidad, asombro o duda dicho cambio. ¿Por qué “por muchos”? ¿Acaso Cristo no murió “por todos”? ¿Es que la Iglesia ha cambiado su enseñanza con respecto a la salvación? ¿Va este cambio contra la herencia del Concilio Vaticano II?
Estas interrogantes llevan a la siguiente pregunta: si Jesús murió por todos, ¿Por qué las palabras de la Última Cena dicen “por muchos”? Por otra parte, Jesús, de acuerdo con Mateo y Marcos, dijo “por muchos”, pero de acuerdo con Lucas y San Pablo, dijo “por vosotros”. Este hecho estrecha todavía más la cuestión. Pero, a partir de aquí, también podemos llegar a una solución. Los discípulos saben que la misión de Jesús los trasciende a ellos y a su círculo íntimo; saben que él ha venido para reunir a todos los hijos de Dios dispersos (Jn 11,52). Por tanto, este “por vosotros” (o “por ustedes”) en todo caso lo que hace es revelar que esta misión de Jesús es bien concreta para los presentes: ellos no son un elemento anónimo de una amplia totalidad, sino que todos saben que el Señor murió muy particularmente “por mí”, “por nosotros”. El “por ustedes” alcanza al pasado y al futuro; yo fui nombrado muy personalmente; nosotros, que estamos aquí, somos conocidos personalmente por Jesús. En este sentido, el “por ustedes” no es una reducción sino una especificación que es válida para cada comunidad que celebra la Eucaristía, que se une a sí misma al amor de Cristo. Por eso, en las palabras de la consagración, el Canon Romano unió las dos lecturas bíblicas y se lee: “por ustedes y por muchos”. Luego en la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, esta fórmula fue llevada a todas las plegarias eucarísticas.
Pero, nuevamente: ¿Por qué “por muchos”? – Nuestra fe nos enseña que Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios encarnado, es el Hombre para todos los hombres, el nuevo Adán. San Pablo nos enseña en su Carta a los Romanos (8,32) que «Dios entregó a su Hijo “por todos nosotros”; y en su segunda Carta a los Corintios (5,14) dice que “si uno murió por todos…”, refiriéndose a la muerte de Jesús; así también en su primera Carta a Timoteo (1Tm 2,6) dice que Jesús: «se entregó a sí mismo para rescatar a todos»; entonces, si todo está claro, ¿Por qué la plegaria eucarística debe decir “por muchos”?
La Iglesia tomó esta formulación de la narrativa de la institución de la Eucaristía del Nuevo Testamento. Ella lo hace por respeto a la Palabra de Jesús, para permanecer fiel a Él también en la Palabra. El respeto por la Palabra de Jesús es la razón para la formulación de la oración. Pero, ¿Por qué el propio Jesús dijo así? – El verdadero motivo para esto es que Jesús, de esta forma, se reveló como el Siervo de Dios de Isaías 53, se identificó según la forma que la palabra del profeta esperaba. De modo que, la base sólida para la fórmula de “por muchos” se encuentra en esta doble fidelidad: el respeto de la Iglesia por la Palabra de Jesús y la fidelidad de Jesús a la Palabra de Las Escrituras. En esa cadena de fidelidad reverente se encuentra la traducción literal de la Palabra de las Escrituras.
De todas maneras, la dialéctica de “muchos-todos” tiene mucho que ver entre sí, porque si bien la acción de Jesús incluye a toda la humanidad, pasada, presente y futura; de hecho, en la comunidad concreta de aquellos que celebran la Eucaristía, se trata solamente de “muchos”. O sea, que “los muchos” somos en realidad “nosotros”, los que podemos sentarnos a Su mesa, que hemos sido llamados por Él y podemos conocerle. Y en segundo lugar, es también una responsabilidad, ya que el haber sido llamado a participar de Su mesa, oír su Palabra y saber cómo me ha amado, me compromete a anunciarlo a “todos los demás”. Los muchos tienen una responsabilidad por todos. Los muchos, que somos nosotros, debemos conscientemente practicar su misión en responsabilidad por la totalidad.
Hoy, Domingo Mundial de las Misiones, pensamos en esos “todos” por los que Cristo murió y derramó su sangre en rescate. Hoy la Eucaristía es el «trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente». No temamos acercarnos con confianza a Él. Amén. 

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