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«La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios»
(«Gloria Dei vivens homo: vita autem hominis visio Dei»)
San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses IV, 20,7

lunes, 31 de mayo de 2010

Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo



       Celebramos hoy una fiesta solemne, que expresa el asombro del pueblo de Dios: un asombro lleno de gratitud por el don de la Eucaristía. En el sacramento del altar, Jesús quiso perpetuar su presencia viva en medio de nosotros, en la misma forma en que se entregó a los  Apóstoles en el cenáculo. Nos deja lo que hizo en la última Cena, y  nosotros, fielmente, lo renovamos.
Mediante un acto público y solemne, glorificamos y adoramos el Pan y el Vino que se han convertido en verdadero Cuerpo y en verdadera Sangre del Redentor. “Es un signo lo que aparece” -subraya la Secuencia de la Misa-, pero “encierra en el misterio realidades sublimes”.
La fe en la presencia real de Cristo en la Sagrada Eucaristía llevó a la devoción a Jesús Sacramentado también fuera de la Misa. La razón de conservar las sagradas especies, en los primeros siglos de la Iglesia, era poder llevar la comunión a los enfermos y a quienes, por confesar su fe, se encontraban en las cárceles antes de sufrir el martirio. Con el paso del tiempo, la fe y el amor de los fieles fueron enriqueciendo la devoción pública y privada de la Eucaristía. Esta fe llevó a tratar con la máxima reverencia el Cuerpo del Señor y a darle un culto público. De esto tenemos muchos testimonios en los más antiguos documentos de la Iglesia, y así se dio lugar a la fiesta que hoy celebramos.
La solemnidad del Corpus Christi comprende dos momentos: la santa Misa, en la que se realiza la ofrenda del Sacrificio, y la Procesión, que manifiesta públicamente la adoración del santísimo Sacramento.
Dice el himno de la Secuencia: «Obedientes a su mandato, consagramos el pan y el vino, hostia de salvación». Es el memorial de la Pascua de Cristo. Pasan los días, los años, los siglos, pero no pasa este gesto santísimo en el que Jesús condensó todo su evangelio de amor. No deja de ofrecerse a sí mismo, y fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de Cristo, hasta su retorno glorioso, lo que Él hizo la víspera de su pasión: “Tomó pan… y tomó el cáliz lleno de vino”… Pan y vino, que por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en su Cuerpo y su Sangre.
La Eucaristía, como recuerda el Concilio, «contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, a Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de vida, que da la vida a los hombres por medio de su carne vivificada por el Espíritu Santo. Así, los hombres son invitados y conducidos a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas junto con Cristo» (Presbyterorum ordinis, 5).
Hoy fijamos la mirada en Jesús Eucaristía. Ese «Buen pastor, verdadero pan» -como dice la Secuencia- y repetimos: «oh Jesús, ten piedad de nosotros: aliméntanos y defiéndenos». No nos cabe la menor duda de que nuestro pueblo necesita la Eucaristía. Pero, ¿Es posible renovar el misterio eucarístico sin sacerdotes?
«Oh buen Pastor, tu recorrerás dentro de poco nuestro vecindario, nuestra calles, aunque simbólicamente por nuestra pequeña procesión. No dejes de mirar los corazones de nuestros jóvenes, los que están aquí y los que están lejos, para que si alguno siente en su interior la llamada del Señor a entregarse totalmente a Ti, para amarte "con corazón indiviso" (1-Co 7, 34), no se deje paralizar por la duda o el miedo. Y pronuncie con valentía su «sí», sin reservas, fiándose de Ti, que es fiel en todas sus promesas».
Hoy te damos gracias, Señor, por tu presencia  eucarística en el mundo. La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del Amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y pecados del mundo. Que no cese nunca nuestra adoración. Este día de hoy ha de estar lleno de actos de fe de amor a Jesús Eucaristía. Amén. 


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